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[Análisis] Ministry of Broadcast para Nintendo Switch

[Análisis] Ministry of Broadcast para Nintendo Switch

Imagina vivir un reality show en el que un fallo puede significar la muerte. Esa premisa podría definir de primeras a Ministry of Broadcast, el título de plataformas desarrollado por el estudio bajo el mismo nombre que llegó hace unos meses a Switch y que, ahora, aprovechando el reciente lanzamiento de su versión física, podréis conocer mejor en este análisis.

Todo por la familia

En Ministry of Broadcast nos ponemos en el papel de un protagonista que se incorpora a un reality show muy conocido en su país, cuyo premio final es pasar al otro lado del muro. Y es que en el país ficticio en el que tiene lugar este programa, se vive una especie de régimen que va totalmente en contra de los neoliberales y que, al más puro estilo Berlín de la segunda mitad del siglo XX, tiene un muro para poder llegar al otro lado.

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Nuestro protagonista no tiene un nombre específico, no llegan a decirlo en todo el juego. De hecho, se trata de una acción totalmente intencionada para que nos identifiquemos aún más con él, haciendo que su nombre sea el de todos y cada uno de nosotros.

Lo cierto es que el juego consigue crear ese nexo con el protagonista muy pronto. Sus comentarios, las injusticias que sufre, las reacciones… todo podría ser expresado por cualquiera de nosotros. En sus diálogos (traducidos al castellano) podemos ir viendo diferentes chascarrillos y toques cómicos que se acercan al humor negro.

Y así, nos plantamos en medio de un escenario plagado de nieve, con un protagonista algo emocionado por el “espectáculo” y que está dispuesto a todo para ganar el programa. Pero pronto su emoción se torna en preocupación, cuando empezamos a superar una serie de pruebas… sin zapatos.

Que empiece el juego

De hecho, lo de “sin zapatos” pronto se convertirá en uno de los apelativos con los que otros personajes nos identificarán. También usarán el de “zanahorio”, pues nuestro protagonista es pelirrojo. Puede parecer un detalle nimio, pero no lo es.

El hecho de que el personaje sea pelirrojo no solo no le resta que nos sintamos identificamos con él, sino que es un símbolo del propio espectáculo de este tipo de programas, de esa capacidad de llamar la atención. Y se llega a comentar en uno de los diálogos del juego. Cuando arrancamos, nos vemos en una serie de “Arenas”, que son escenarios en los que debemos superar pruebas de plataformas. En este aspecto jugable, los puzles a superar no son demasiado complicados y se abusa en cierta medida del “ensayo-error”, en el que casi siempre tendremos la noción de qué hacer y solo debemos probar hasta que nos salga bien. Así, encontramos saltos difíciles, mover una caja hasta el punto de impacto de un enemigo, hacer que una tubería se atranque para poder pasar por una zona de agua… etc.

Ministry of Broadcast no va a sorprender en este sentido, no vamos a encontrar puzles o plataformas que nos hagan gritar de asombro o que nos quiebren demasiado la cabeza. Su intención es acompañar unas plataformas resultonas con una historia que las hace mejores, y en este sentido, el juego lo hace de manera notable.

El control es muy sencillo, necesitaremos poco más de tres botones para hacer todo lo que debemos hacer. Eso sí, este control, en determinadas situaciones que requieren velocidad no siempre responde con la fiabilidad necesaria, aunque debo reconocer que lo ha hecho en momentos muy puntuales, nada que arruine la experiencia.

Una emisión limpia

En el apartado gráfico, Ministry of Broadcast presenta una estética pixel art que puede parecer simplista en una primera toma de contacto, pero que acaba resultando verdaderamente agradable y acorde a la historia que se quiere contar.

Y es que el juego cuenta con detalles como el rastro de nuestros pies en la nieve, juegos de perspectiva con el 2D, gestos de un pixelado protagonista que se identifican perfectamente, como cubrirse la parte superior de los ojos con la deslumbra un foco… etc. No es la bomba gráfica, pero adopta este estilo y hace que rinda de una manera bastante atractiva.

Por su parte, el apartado sonoro acompaña con buenos efectos de sonido: pisadas, ladridos de los perros, ruido en las caídas... etc. Hay algunas melodías que le sientan muy bien y que suenan en momentos muy concretos del juego. De hecho, a veces, he sentido la necesidad de que sonaran un poco más en ciertos momentos donde solo estaba el sonido ambiente.

Un programa que firmaría otra temporada

Ministry of Broadcast no es un juego largo. Superar las pruebas que se distribuyen en cinco días y una fase final puede llevar en torno a cinco horas, dependiendo ya de la destreza y las veces que reintentemos los niveles. Pero es de esos títulos que se siente que cuenta con el tiempo justo y necesario para contar lo que quiere contar.

Cuenta con finales alternativos que os invito a experimentar pero, más allá de eso, no esperéis ningún otro tipo de extra o modo adicional.

Conclusiones

Ministry of Broadcast es una verdadera sorpresa en forma de juego de plataformas que cobran fuerza gracias a su historia, a lo que quiere contar. Las dinámicas son sencillas, disfrutables y los mensajes que va dejando el título en torno a la situación de nuestro protagonista y a lo que le rodea, redondean una experiencia notable. Si queréis probar un título ligero y profundo a la vez, que no os ocupe demasiadas horas, esta es una recomendación más que digna. Podéis encontrarlo en la eShop de Nintendo Switch al precio de 14,99 € y en su reciente versión física a un precio medio de 39,95 €. Si optáis por la digital, recordad que debéis contar con un total de 1,9 GB para su instalación.

7.8

[Análisis] Ministry of Broadcast para Nintendo Switch

Puntuación Nintenderos: Recomendado

  • Historia:
  • Jugabilidad:
  • Gráficos:
  • Sonido:
  • Duración:
  • Multijugador:
Destaca en:
  • Su historia, lo que quiere contar y cómo lo cuenta.
  • Una dinámica divertida y equilibrada en su sistema de plataformas.
Flojea en:
  • Algunos puzles pecan de simples.
  • Falta de precisión en el control en momentos puntuales.


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