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[Opinión] La objetividad en la prensa de videojuegos

[Opinión] La objetividad en la prensa de videojuegos

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La objetividad periodística es una pretensión tan desmedida como la de aprisionar el reflejo de las aguas de un río, que en un instante son y en el siguiente dejan de ser. Sin embargo, esa objetividad es la garantía que el lector busca para poder creer.

Así definía el periodista Javier Darío el concepto de objetividad en su artículo La objetividad periodística: Utopía y Realidad. No creo que estuviera errado en su explicación, pero sí que es necesario establecer matices, más aún cuando la objetividad en su extensa pretensión debe permanecer perenne en campos tan distintos como la gastronomía, la literatura, el cine, la música… y por supuesto en los videojuegos. En comparación con todas estas disciplinas, el mundo del ocio electrónico es demasiado reciente y la prensa especializada se encuentra en un estadio de desconocimiento y búsqueda de normas y pautas solo contrastables a través del ensayo y error.

En este artículo de opinión no pretendo listar o hacer énfasis en los errores que otros medios de comunicación han cometido en su trayectoria, pues sería una necedad propia de quien busca la polémica fácil mediante el trabajo de otros. Para mí, es más importante atender a cuáles son los factores responsables de esta crisis de objetividad que parece afectar al sector como aseguran los propios jugadores, y que desde mi papel de comunicador adquiere una doble relevancia.

Una de las principales causas que atentan contra la identidad propia de la objetividad es la enorme competencia de los medios especializados por ser los primeros en esa carrera que es la publicación del análisis –también referido con el neologismo de review– correspondiente al triple A del momento. Los periodistas del sector se amparan en la idea de que cuanto antes esté disponible un análisis, más útil resultará al lector. Es cierto que la función final de una review debe ser la de recomendar o no la compra del producto, y por tanto, si se publica con mucha diferencia de tiempo respecto a la fecha de lanzamiento no es tan provechoso para el jugador ávido de las últimas novedades.

Sin embargo, ¿de qué sirve dar una información temprana si al prescindir de la profundidad que da el tiempo va a ser menos fiable y detallada?

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Cuando se acercan lanzamientos con fuertes campañas de marketing o simplemente con el aval de alguien importante en la industria, no es extraño leer en los análisis que se escriben de forma apresurada antes de la fecha de salida adjetivos como “obra maestra” o tan manidos comentarios al estilo de “sienta un referente en el género”. Cuántos referentes hemos tenido ya en esta generación? Hace mucho que perdí la cuenta, la verdad. Hay casos como el de Bioshock Infinite en el que el ruido que se produce ya desde meses antes de su salida provoca una visión distorsionada de sus virtudes y errores. Tras la oleada de sobresalientes que recibió en la prensa nacional e internacional durante los primeros días, fueron los propios jugadores los que tras jugarlo durante semanas descubrieron un buen juego con grandes ideas pero alejado de la magnificencia con la que se intentó vender.

Algo parecido le ocurrió a Skyward Sword y la etiqueta de “es el juego perfecto” que acompañó su estreno. La realidad fue bien otra, y es que cuando un título huye de las estructuras narrativas y/o jugables convencionales, la crítica se radicaliza. Aún resuena en mi cabeza ese abucheo general a GameSpot cuando puntuó con un 7,5 al juego. ¿Existe una inevitable presión por parte de las distribuidoras, del resto de medios especializados y de los propios jugadores cuando no compartes un mismo juicio? Es curioso que cuando una publicación decide dar una puntuación más baja o alta respecto a la crítica que comparte la mayoría, se le acuse de querer llamar la atención o provocar polémica.

De cualquier forma, el caso de Bioshock Infinite o Skyward Sword es solo un ejemplo más de cómo los medios especializados están también influenciados por las corrientes del momento y son los jugadores los que actúan como termómetros (si se me permite la analogía) o medidores subjetivos del hype (con el variable y dudoso resultado de quien vierte una opinión personal sobre alguien).

Hay otras ocasiones en las que el problema real se esconde tras un número. El rango de notas entre las que un juego se considera al menos correcto se encuentra muy limitado y restringido. Cuando puntué Resident Evil Revelations con un 7 en este mismo portal, muchos lectores consideraron que mi nota era muy baja respecto a la calidad del juego. Una opinión respetable pero imbuida por la falta de un baremo adecuado y escalonado en los medios especializados. Cuando un título recibe un 7 de nota significa que es un juego notable que destaca entre la mayoría de juegos por sus virtudes, pero no por ello está exento de fallos. Esto mismo es extrapolable a nuestro rendimiento académico. Y es que, ¿alguien podría considerar que sacar un siete o un ocho en un examen es una mala nota?

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De esta forma, defiendo el auténtico valor numérico en los análisis. Un juego puntuado con un 6 probablemente tenga la misma capacidad de entretener que uno de sobresaliente, solo que a un público más limitado o ducho en el género. No hay que olvidar que la nota es un complemento del texto, y no al revés. Muchas de las críticas y polémicas que se generan en torno a un análisis suelen coincidir en un desacuerdo por la nota, pero si el lector reparara más en leer el texto y, sobre todo, existiera más concordancia entre todo lo expuesto en el análisis y la puntuación, no existirían tantos malentendidos. Cada vez más se refleja un adocenamiento colectivo causado por este tipo de actitudes o malos hábitos que repercute en nuestra visión sobre el medio.

En todo esto la influencia que ha tomado Metacritic con los años no es una cuestión baladí. Para muchas distribuidoras la nota media que obtiene el portal puede ser incluso determinante para la venta de un juego. De esta forma, los análisis han dejado de tener un exclusivo enfoque al jugador para convertirse en una herramienta directa de las compañías para publicitar el producto. La función sigue siendo la misma (la recomendación o no del juego), pero el intermediario es el que cambia. En estos casos, la objetividad para discernir con claridad el valor auténtico de un título se consigue haciendo un ejercicio de desapego que permita diferenciar y dotar de identidad el rol del periodista.

Mucho se ha hablado sobre el mal hacer de los profesionales del sector, y es una cuestión que particularmente me preocupa bastante. En los últimos años el número de blogs ha crecido de forma exponencial y las redes sociales proporcionan a los usuarios un espacio en el que pueden verter sus ideas sobre cualquier cosa. Está bien que los propios jugadores encuentren una plataforma en la que puedan opinar sobre lo que quieran, pero hay que saber identificar cuál es la función de un blog y la de una revista digital formada por un equipo de profesionales. Sé que este es un tema que crispa a muchas personas y que incluso en esta casa hay muchos compañeros que no comparten mi opinión, pero como estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual (disciplinas ligadas intrínsecamente en esto de la prensa del videojuego) creo necesario exponer mi punto de vista.

Es cierto que existe una mala fama alrededor de todo lo que rodea al periodismo del videojuego, pero muchas veces es fruto del desconocimiento de los lectores que identifican a las personas que escriben en portales digitales sobre estos temas como autodenominados “periodistas”. No hay que confundirse. No todo el que tenga una web y escriba sobre videojuegos es periodista. Eso se llama intrusismo laboral. Un periodista es aquel experto comunicador que dispone de las herramientas necesarias para transmitir el hecho noticioso de forma directa y plena al lector. Es como aquel niño que cuando no sabe algo pregunta siempre a su padre y que un día al no poder darle una respuesta decide salir a buscarla fuera. Los periodistas hoy día son más necesarios e imprescindibles que nunca ante el abundante río de información poco veraz y sesgada que nos llega a través de las redes sociales.

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No pretendo restar valor o importancia a los blogs, ya que precisamente aportan ese enfoque subjetivo que se desprende de toda crítica y su coexistencia con otro tipo de medios es esencial. Tampoco intento representar la opinión de un colectivo, pues solo se trata de una pequeña reflexión propia. Es más, en esta web la mayoría de los redactores no poseen conocimientos relacionados con el ámbito de la comunicación a excepción de un par de nosotros (es un hecho que no somos el súmmum de la profesionalidad y no pasa nada). Lo que vengo a decir es que un blog es un soporte que por mucha calidad que reúna no pretende un carácter profesional (esta afirmación se apoya en la propia definición que da la RAE) por su propia naturaleza. Quizás el problema esté en asociar connotaciones negativas a la etiqueta “no ser profesional”, pues no hay que olvidar que precisamente de eso se jactan las bitácoras personales.