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[Artículo] Periodismo de «marcianitos»

«Especialización. Es lo importante hoy en día, no lo dudéis» clamaba una voz en un aula a medio llenar de una facultad de periodismo. «Debéis saber de todo, pero especializarse es la clave» añadió el profesor, esta vez elevando un poco la voz para que los alumnos le prestasen toda la atención posible. «A ver, ¿a quién le interesa… el periodismo deportivo? ¿y la crónica política? ¿y el mundo de la moda?» preguntó emocionado el profesor al ver que las escasas 50 personas de la clase le estaban prestando atención. Las manos se iban levantando, pero yo me quedaba mirando con cara de extrañeza. Levanté la mano a medias en política, que si bien es un tema que me interesa, no es justo lo que quiero.

El profesor pareció notarlo, y empezó a preguntar más en concreto hasta que dio en el clavo: «¿ A alguien le interesa el mundo de la tecnología?». Ahí levanté la mano de tal forma que casi me disloco el hombro. La única mano en toda la aula. Todos se giraron y hubo ciertas miradas, más que burlonas, compasivas. «Ay, este y los videojuegos» o «El de los marcianitos» parecían decir con los ojos. Resoplé para dentro y baje la mano lentamente. Amigos, el periodismo de videojuegos es PERIODISMO. Con todas las letras. Simplemente es una especialización en una industria. Industria que se ha convertido en el sector del entretenimiento que mueve más dinero que el cine y la música juntos.

Los videojuegos llevan una carga de estigmatización terrible. «Son malos para la salud», «Son para críos», «No tienen ningún valor» y demás ranciedades que tenemos que sufrir los que vemos en este sector nuestro sueño y nuestra vocación. Imaginaos la cara de mis padres cuando les dije que quería ser periodista, y luego añadí la coletilla «de videojuegos». Y si bien es cierto que en España las webs a veces pecan de clickbait, de contenido de poca calidad o de utilizar imágenes que atraen a los lectores por cualquier cosa menos por la noticia a tratar. Pero vamos mejorando. Poco a poco. Revistas como GTM o la nueva versión española de Edge dan un soplo de aire fresco en un sector nuevo que ya olía a cerrado. Analistas de gran calidad en YouTube, podcasts que tratan temas de la industria en profundidad y sobre todo, foros o páginas web que intentan mantenerse alejadas de las malas prácticas periodísticas son las pastillas que el viejo sector de los videojuegos se tiene que ir tomando. Poco a poco, ya sabéis.

Quizás este avance se deba a que por fin los videojuegos se entienden como lo que son. El décimo arte. Justo detrás de la fotografía y el cómic. Quizás el momento de quitar las manos de los ojos y tratar estas formas de expresión como arte. La música es arte, la literatura y el cine también. El juego fusiona esto, lo moldea y le añade el tercer elemento: la jugabilidad. La jugabilidad hace que la música vibre cuando TÚ peleas contra el demonio que asola la región, cuando los colores vivos reaccionan cuando se hace de noche y TÚ casi no puedes ver. La jugabilidad hace que TÚ seas parte de la novela, TÚ decides, TÚ juegas.

Si tienes 40 años y quieres jugar, juega. Si quieres vivir una aventura adulta, juega a Heavy Rain, juega a The Last of Us. Pero si quieres descargar adrenalina  no tengas miedo a jugar a Call of Duty o al  Battlefield. Maldita sea, si quieres jugar al Mario, HAZLO. Si te apetece ser el Héroe del Tiempo, juega a The Legend of Zelda. Juega, no pares de jugar, vive aventuras, independientemente de tu edad, de tu identidad de género, de tu trabajo, de tu religión, o de tu ideología política. JUEGA. DISFRUTA. Para eso están los juegos. Para jugar. Y siempre ten claro que estás disfrutando de un entretenimiento tan respetable como leer, como ver una película, como admirar un cuadro. Quítate los prejuicios. Y juega. Y si quieres saber cuál es el mensaje que te quería decir el creador del juego, cómo lo han creado, qué pasa en esta o en otra empresa, o cuándo va a salir ese juego que te emociona; lee y escucha a la gente que se dedica a esto.

Al fin y al cabo, siempre va haber gente deseando escribir de marcianitos. Aunque sean solo una mano levantada en el aula.

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