[Artículo] ‘The Legend of Zelda’: la sensación de aventura

Al escribir las líneas de esta, mi primera colaboración con Nintenderos, me embarga una poderosa emoción. Una sensación que se percibe cuando se afrontan nuevos retos y adversidades, una sensación poderosa que no experimentamos a menudo pero que, cuando lo hacemos, deja una poderosa huella en nuestra persona: la aventura.

Y de eso precisamente me gustaría hablaros hoy, de la sensación de aventura. Bastantes juegos nos han hecho sentir verdaderos viajes épicos, pero seamos sinceros, pocos lo ejemplificarían mejor que la saga The Legend of Zelda, que empiece lo bueno.

Para empezar he de decir que mi relación con los Zelda no se estableció hasta que empecé a pensar por mi mismo, aun no había nacido cuando se estreno el primer título y en el momento en que Ocarina of Time dejaba con la boca abierta a medio mundo yo estaba demasiado embobado con la magia y sencillez de los plataformers como para entender por que era tan mágico.

Entonces adquirí The legendo of Zelda: Phantom Hourglass y empecé a comprender un poquito mejor a los fans y, para cuando me pasé Twilight Princess, ya era un defensor de Hyrule convencido.

Creo que todos podemos ver las virtudes de un buen Zelda: Buen diseño de mazmorras, mecánicas interesantes, apartado artístico a la altura y un largo etcétera, pero creo que esa manera única de ofrecernos una aventura tan personal es algo mágico, pongamos un ejemplo. Ocarina of Time, seguramente el juego más conocido y aclamado de la saga, desde el primer momento se nos informa de que el gran árbol Deku requiere nuestra presencia y, naturalmente, nos dirigimos allí pero hay un problema, el bosque es peligroso y a menos que podamos defendernos solos no podremos adentrarnos en el, necesitamos armarnos.

Aquí tenemos el primer pequeño detalle, para conseguir el escudo basta con reunir unas cuantas rupias y comprarlo en la tienda, pero la espada es harina de otro costal, esta escondida en nuestra aldea y debemos averiguar donde está, Aquí aprendemos nuestra primera lección: explorar es importante, tanto para conseguir rupias como objetos especiales. Una vez conseguimos la espada y el escudo nos dejan adentrarnos en el bosque, en otras palabras, estamos preparados para la aventura.

Resulta que el árbol Deku está enfermo y tiene algo que contarnos, así que toca adentrarse en él para descubrir que le pasa y curarlo. Esta es la primera mazmorra y se encarga de marcar el tono y estilo de la aventura, es un tanto enrevesada y nos obliga a prestar atención a los detalles y consultar el mapa para no perdernos, además hay ciertas secciones a las que parece que no podemos acceder, así que seguimos explorando hasta que, después de un mini-jefe, conseguimos el tirachinas el cual nos permite acceder a nuevas áreas de la mazmorra.

Todo esto refuerza la sensación de mejora, de sobreponerte a los desafíos y de aprender a superar los problemas que te rodean, aptitudes que necesitaras para convertirte en el héroe de las leyendas. Ahora hablemos de lo que, para mí, resulta un golpe de efecto bastante potente: el jefe de la mazmorra.

Llamadme gallina pero creo que el diseño de Gohma, la araña que da problemas al árbol Deku, es bastante espeluznante, sobre todo si tenemos en cuenta que Ocarina of Time esta catalogado como un juego para todos los públicos. Creo que este es una decisión de diseño acertadísima, el punto débil de Ghoma es su aterrador ojo, así que estamos obligados a afrontar nuestros miedos para poder herirlo con el tirachinas, aprovechar su debilidad y vencerlo definitivamente gracias a todo lo que hemos aprendido en los primeros compases del juego.

Completamos el árbol Deku y el resto es historia, ya estamos listos para la ventura de verdad, sabemos que no será fácil, que habrá muchos peligros y que no estaremos listos para vencerlos todos en un principio, pero con constancia y dedicación todos los problemas se pueden superar y, así, convertirnos en un verdadero héroe aventurero.

Aun me queda mucho recorrido con The Legend of Zelda, sobre todo con las entregas clásicas, pero con todo lo que superado hasta ahora no puedo evitar emocionarme cuando pienso en lo que me queda por experimentar.

¡A la aventura!