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Zelda merece ser protagonista de su propio juego tras Tears of the Kingdom

Una princesa de leyenda.

Zelda merece ser protagonista de su propio juego tras Tears of the Kingdom

The Legend of Zelda es, como bien sabréis, una saga longeva que lleva con nosotros desde 1986, año en el que la leyenda comenzaba con un título del mismo nombre para NES (Nintendo Entertainment System o Famicom en Japón), que ya sentaba las bases fundamentales de los pilares sobre los que pivotaría la franquicia, a saber: La princesa (Zelda), el héroe (Link) y el villano (Ganon, que variaría entre su versión humanoide, Ganondorf, y esta). ¡Ah! Y por supuesto, la Trifuerza, el símbolo central que servía de conexión entre estas tres entidades atemporales que pasarían a estar “condenadas” a repetir su particular epopeya en diferentes espacios temporales.

Posiblemente, con el paso del tiempo y el lanzamiento de un puñado de entregas que ya componen esta franquicia, más de uno se preguntó: “Bueno, ¿por qué seguimos llamando a esto La Leyenda de Zelda si Link es siempre el protagonista?”. De hecho, es posible que esto se haya discutido muchos años antes y que, en parte por eso, la segunda entrega de esta serie se llamase Zelda II: The Adventure of Link, conservando el nombre de la princesa, pero prescindiendo del “The Legend of” delante del mismo, con una caja en formato físico que, si bien buscaba conservar la seña de identidad del exitoso título original, ahora daba un mayor protagonismo al nombre del héroe, Link.

Ahora, con el lanzamiento de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, la continuación directa del magnífico The Legend of Zelda: Breath of the Wild, ha vuelto a hablarse sobre este recurrente tema que busca dotar a Zelda de un papel todavía más relevante, haciéndola, ¿por qué no? Protagonista de su propia leyenda, algo que suena bastante sensato viendo su desarrollo como personaje en esta, por el momento, duología de títulos. Zelda, se ha mostrado como la joven heredera de un linaje que, en no pocas ocasiones, le ha pesado como una gran losa que la volvía sumamente infeliz al ser incapaz de cumplir con las expectativas que su estricto padre, el Rey Rhoam Bosphoramus Hyrule, le imponía. Sí, ver a Zelda asediada por las dudas, riendo, llorando y clamando al cielo, ha dejado ver a una Zelda más humana, desprovista de todo el artificio habitual de su posición ligada a la realiza y, a su vez, permitiendo que sea mucho más fácil apreciarla y empatizar con ella. Hoy, quiero poner en valor el papel de Zelda en The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom y The Legend of Zelda: Breath of the Wild. ¿Me acompañáis?

AVISO SPOILER: Si bien es bastante evidente, a partir de aquí se podrán leer spoilers relevantes del papel de Zelda en los dos últimos videojuegos de la franquicia. Así pues, si no habéis terminado todavía con The Legend of Zelda: Breath of the Wild y The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, mi consejo es que dejéis de leer llegados a este punto.

Zelda salva a Link y retiene al villano

En The Legend of Zelda: Breath of the Wild, Zelda aparece inicialmente como una joven superada por el peso de su papel, frustrada por la sobreprotección de Link (bajo las órdenes del rey) y por las exigencias de su padre, derivando en que, por su incapacidad para despertar sus poderes, se sienta inferior al resto de compañeros; Link, el joven héroe portador de la Espada Maestra, y claro está, los cuatro elegidos, grandes y vanagloriados exponentes de su propia raza escogidos para la misión de defender Hyrule por sus magníficas cualidades. Si bien el esfuerzo de Zelda no parece dar los frutos esperados, en última instancia cuando Ganon decide comenzar su ofensiva y todo se desmorona rápidamente, es Zelda la que, con gran acierto, pone en marcha los mecanismos que culminarán en la contraofensiva que salvarán Hyrule de su destrucción. Los pasos son, encomendarle al clan Sheika la tarea de llevar a un Link moribundo al Santuario de la Vida, visitar al Gran Árbol Deku y devolver la Espada Maestra a su pedestal para que esta recupere su poder y, por último, retener a Ganon y toda su malicia en el Castillo de Hyrule despertando sus poderes para, con el tiempo, brindar a Link la oportunidad de poner fin a todo esto. Como colofón, la princesa contribuye finalmente a la derrota del tirano. ¿Habría sido posible todo esto sin Zelda? Evidentemente no. Ha sido la encargada de poner a punto la maquinaria para que, al regresar Link, este pueda hacer girar los engranajes.

Desde el pasado, Zelda cimenta el camino hacia la victoria de Link

Pasando ahora a The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, la importancia de la princesa y su compromiso por Hyrule y sus gentes, es todavía mayor que en el título anterior. En esta ocasión, Zelda es enviada al pasado por azares del destino tras el encuentro con la “momia” Ganondorf, lugar en el que conoce a sus antepasados, Rauru y Sonia, así como a la hermana del primero, Mineru. Mientras Link va arreglando los distintos problemas que han surgido en Hyrule asociados al regreso del rey demonio, Zelda tiene sus propios contratiempos cuando Ganondorf asesina a Sonia y roba su piedra, convirtiéndose en una amenaza mucho mayor gracias a sus nuevos poderes. Ante la imposibilidad de frenar a un Ganondorf desbocado, pese a disponer de Rauru, Mineru, Zelda y los propios elegidos de esa época, el primer rey de Hyrule se sacrifica para confinar a esta amenaza. Es a partir de esta dura revelación en la que, queda claro el inmenso poder de Ganondorf y la necesidad de realizar sacrificios para acabar con él, que Zelda comienza una vez más, cual directora de orquesta, a mover todos los hilos para allanarle el camino a Link. Desde solicitar la ayuda de todos los sabios elegidos para que, en un futuro, leguen su papel a la generación que tendrá que ayudar al héroe a frenar al villano, hasta ese momento que finaliza la soberbia cadena que compone la misión de las “Lágrimas del Dragón”, esa última escena que muestra lo lejos que Zelda está dispuesta a ir por ayudar a Link a frenar a Ganondorf. Sacrifica su propia humanidad convirtiéndose en un dragón inmortal pese a las advertencias de Mineru, tragándose la piedra en pos de ofrecer un último acto de heroico servicio, arreglar la maltrecha Espada Maestra y potenciarla para que, muchos años más tarde, Link pueda alzarse con la victoria.

Zelda, de joven manojo de dudas e inseguridades a heroína 

En resumen y, sin ánimo de desmerecer los esfuerzos de nuestro silencioso héroe, Zelda se ha erigido en esta duología como el mejor de los personajes, aquel que más evoluciona y que más aporta a la trama. Sin ella, Link no habría tenido oportunidad alguna de derrotar a Ganon y, posteriormente, Ganondorf. Su “sacrificio”, en ambos casos, especialmente sangrante en el último por los años que habrá tenido que vagar por el cielo en soledad siendo una mera espectadora de los acontecimientos que acaecían en Hyrule, son vitales. Por supuesto, Zelda ha sido un personaje que, según el juego, ha aportado un papel más o menos activo (como olvidarse de la capitana Treta en The Legend of Zelda: The Wind Waker o de Zelda-Sheik en The Legend of Zelda: Ocarina of Time, por citar algunos ejemplos), pero es ahora, en esta ocasión, cuando Zelda ha conseguido deslumbrar con luz propia como personaje, como entidad propia con sus propios sentimientos a flor de piel, como una chica llena de dudas e inseguridades, a la mejor monarca que Hyrule podría llegar a desear (y todo esto sin haber hecho mención a la construcción de la escuela de Hatelia ni a toda la gente que ha ayudado a lo largo y ancho de Hyrule, como queda patente en la cadena de misiones de las postas). Así pues y si bien sigue sin ser la protagonista de su propia leyenda (entiéndase siempre protagonista como personaje jugable principal), ha sido sin duda la gran maestra entre bambalinas, la relojera que ha puesto en marcha con gran precisión todos los engranajes. Esta es, en definitiva, señores y señoras, mi pequeña aportación a reivindicar el personaje de la princesa Zelda en The Legend of Zelda: Breath of the Wild y The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. ¿Y quién sabe? Quizás, en un futuro próximo, La Gran N decida finalmente dar a Zelda el control de su propia leyenda.