[Análisis] Northgard para Nintendo Switch
¿No es acaso la estrategia aquello que está de fondo en cada una de las habilidades que desarrollamos cuando jugamos? Es decir, es evidente que tenemos que trazar planes para elegir el mejor ataque posible en un combate Pokemon, pero también para hacer el salto perfecto en Super Mario Odissey. En mayor o menor medida, ahí está. Es entonces cuando esta se muestra más evidente, cuando la estrategia lo es todo, cuando más crudamente nos enfrentamos a la pregunta de siempre ¿es Northgard un buen juego? ¿Es su visión de la estrategia lo suficientemente encandiladora, o es fría como el invierno que precisamente asola los territorios que nos trae?
Northgard es un juego de estrategia en tiempo real clásico, claramente inspirado en algunas sagas como por ejemplo Age of Empires pero ambientado en las guerras entre vikingos y la mitología nórdica. La empresa desarrolladora es Shiro Games. Estuvo en Early Access en Steam durante un mes más o menos y finalmente fue lanzado el 22 de febrero de 2017 para PC, estrenándose en la hibrida de Nintendo el 26 de septiembre de este mismo año.
Si estáis preparados… ¡a los drakkars!
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Argumento
Northgard se ambienta en un universo basado en la mitología nórdica y los pueblos vikingos, ya sabéis, construcciones de madera, criaturas salvajes, nieve, brutos guerreros… Ofrece un modo historia, que funciona a modo de tutorial sobre las mecánicas principales, y en el que podemos ir conociendo los distintos jefes de los clanes que componen el juego. La historia se irá desarrollando a través de diversos capítulos, se combinarán ciertas secuencias de unos cuidados artes del juego -en los que un narrador nos contará la historia en cuestión- con diálogos in-game entre los personajes principales. En cuanto al guion en sí, nada que destacar, no es donde debería lucirse Northgard, y desde luego no es donde se luce. Es una historia facilona, típica y algo predecible. Sin más, pasemos a lo interesante del asunto, ¿cómo se juega a Northgard?
Jugabilidad
Es, cómo decíamos, inevitable la comparación con Age of Empires, porque básicamente el clásico juego de Ensemble Studios sentó las bases acerca de los juegos de estrategia en tiempo real, que por otra parte inició Starcraft. Habiendo unos gigantes del género como estos, que además siguen en activo con sus respectivas entregas numeradas, ¿por qué debería preferir Northgard?
Vamos adelantando, Northgard no tiene (y quizás no puede) el alcance y la profundidad que sus antecesores, pero dentro de sus limitaciones ofrece algunas mecánicas sobre las que estas sagas no se habían fijado tanto. En todo lo demás, podríamos definirlo de una forma un tanto barata como un Age of Empires al que le han quitado ciertas opciones y profundidad de juego. Pero creo que sería quedarse ahí hacerle un flaco favor a Northgard… como a Age of Empires. Expliquemos sin entrar en demasiados detalles, algunas de las bases del juego.
El juego nos presenta varios modos: crear una partida para un jugador, jugar una partida multijugador (creando partida o como uniéndote a otra), el modo historia y las típicas opciones para ajustar diversos parámetros del juego. La principal diferencia entre el modo un jugador y el modo historia es, como dijimos, que el modo historia nos conduce a través de un hilo argumental controlando a los diversos clanes del juego. En este modo pues, se nos irán mostrando las diferentes mecánicas de juego, y para ganar tendremos que cumplir condiciones especiales, diferentes a las de una partida ordinaria, que tienen que ver con la trama argumental, pero ¿cómo es una partida normal?
El objetivo principal es lograr la victoria antes que los hasta 3 clanes que se encuentran en nuestra partida. Existen 4 tipos de victoria, por dominación (venciendo militarmente al resto de clanes), por Fama (obteniendo una serie de requisitos basados en la cantidad de territorios controlados, fama conseguida y edificios especiales), por Comercio (consiguiendo una influencia comercial suficiente), o por Sabiduría (consiguiendo hasta 4 bendiciones divinas).
El mapa se divide por grandes casillas, nuestro ayuntamiento es nuestra primera edificación y la más importante, también es la generadora de los aldeanos, la principal unidad del juego. Deberemos defender a toda costa el ayuntamiento y conquistar los de los otros clanes si queremos, por ejemplo, una victoria por conquista. Los aldeanos trabajaran para conseguir los recursos necesarios para expandir nuestro imperio y se les asignarán funciones específicas en relación al trabajo que estén desempeñando, por ejemplo si trabajan en un muelle de pesca serán pescadores y obtendrán alimento, o si trabajan en una cabaña de leñadores serán leñadores y obtendrán madera. Esto es diferente por ejemplo a Age of Empires, ya que cada edificación producía a sus propias unidades, mientras que aquí tenemos una unidad base que transformaremos, teniendo un límite de unidades establecido en función de las casas que haya construidas.
Existen tres tipos principales de recursos, son alimento, madera y oro, y otros dos más exclusivos y especiales, piedra y hierro. Estos recursos se utilizan para mejorar y expandir el imperio como en la mayoría de juegos del género: construir edificaciones (madera), mantener y hacer crecer la población (alimento), contratar soldados o mejorar edificios (oro)… y muchas más funciones que no vamos a detenernos en explicar. Observamos que la cantidad y variedad de unidades, edificaciones y sus funciones, mejoras, acciones… es un tanto limitada, dando sensación de poca profundidad en general si lo comparamos con los hermanos mayores del género. Sin embargo creo que, cuando comienzas una partida, sienta bien ese “diseño por sustracción”. La comparación manida ahí está pero no deja de ser cierta: el ajedrez es un juego simple pero extremadamente profundo en sus delicadas decisiones, posiblemente el mejor juego de estrategia de todos los tiempos.
El problema viene cuando pasan y pasan las horas y te vas dando cuenta hasta dónde llega el juego. Quién se espere la profundidad, en cuanto a cantidad y variedad de contenido, de un Starcraft 2 o un Civilization VI puede ir retirándose, Northgard no trata de ser un juego megalómano, trata de jugar sus cartas aportando ligeras innovaciones. Es por eso que algunos sentirán las partidas menos atractivas que otros juegos del género, porque la sensación de profundidad y variedad se va diluyendo constantemente. Por ejemplo, solo hay una mejora posible en los edificios, 3 posibles adversarios, pocos tipos de enemigos neutrales, los mapas son sencillos, poca variedad de emplazamientos y secretos… son detalles que nos hacen entender que ante todo estamos frente una desarrolladora pequeña, no ante Firaxis (Civilization) o Microsoft (Age of Empires)
Este diseño simple es entretenido y funcional, muy adaptado a jugadores primerizos en el género, ahí tiene su baza. Pero quizás dónde se han pasado al “recortar” en este escueto diseño de juego es en el sistema de batalla. Solo existen 5 tipos de soldados, que cumplen las diversas funciones de todo ejército, soldados simples, a distancia, un guerrero más fuerte y caro… los escuadrones solo pueden ser de hasta un máximo de 6 soldados, algo que no da pie a una larga preparación de ejércitos sino que estos funcionan más bien como pequeñas escaramuzas.
¡Guardad el grano, llega el invierno!
Sin duda el punto más a favor de Northgard es su gestión del tiempo y la consecución de eventos en el mismo. Habitualmente llega el invierno y debemos estar preparados para sufrir un acusado receso en las provisiones así como un descenso en el rendimiento de los militares. Eventualmente también suceden otros eventos, como la explosión de un volcán, la llegada de una ventisca, una enfermedad que arrasa con la población… con sus evidentes consecuencias. Este aporte estratégico le da a Northgard una profundidad un tanto especial por una parte que quizás no está tan trillada en otros juegos del género. Tener una capacidad de previsión para poder corregir los eventos que van sucediendo en el calendario que se nos indica hace que el mayor enemigo de nuestras partidas sea el propio paso del tiempo. Hemos muerto más de una vez por obviar esto o por no llegar lo suficientemente preparados. Para nosotros, lo más divertido de Northgard.
Gráficos y sonido
Uno de los peores aspectos de esta versión sin duda. El paso de PC a consolas no le ha sentado demasiado bien, no solo en cuanto al control se refiere, ya que el manejo de un cursor permite dirigir mejor este tipo de juegos, sino por toda la información que se tiene que mostrar en pantalla y que de otra forma no puede hacerse (quizás sí que podría pero desde luego la forma elegida no acompaña). Ventanas que tapan el mapa, atajos señalados con botones… la falta de un tutorial más dedicado a manejarse por el HUD hace que la primera impresión sea realmente mala, incluso existen ciertas acciones o información que está realmente escondida tras series de menús interconectados cuando en PC bastaría con situar el cursor encima. No hay interacción táctil, eso tampoco ayuda.
Northgard no se ha librado de los ya comunes errores que existen en los ports a Switch, el tamaño de los textos se hace demasiado pequeño en muchas ocasiones. En un juego que se basa en leer información, interpretarla y actuar en consecuencia, se hace verdaderamente pesado tener estos textos tan pequeños; en modo dock si no tenéis una pantalla muy grande directamente no vais a poder leerlos. Existen además no pocos bugs en estos textos, palabras mal escritas, fallos gráficos… En definitiva, es sin duda la peor parte de este Northgard, realmente hace que sea incómodo jugar, y el potencial atractivo que tiene poder jugar este juego en portátil se diluye enormemente por estas causas.
En cuanto al diseño artístico tiene un rollito cartoon que le queda bastante bien y hace perderle “seriedad” al juego, ya que en el fondo nos encontramos ante un juego de estrategia más accesible que otros. Hay poco margen en este tipo de juegos con la cámara de vista cenital, pero tampoco se ha experimentado en ningún caso con ello, su imaginería nórdica tampoco se ha salido de los cánones establecidos. Al igual pasa con la música, acompaña correctamente al juego, sin alardes, pero ambienta bien los paisajes.
Duración
La campaña es consta de 11 capítulos, 11 partidas, que duran alrededor de 1 hora u hora y media cada una. Por lo que, entre repeticiones y aprendizaje, fácilmente nos iremos a las 20 horas. Se puede repetir la campaña para obtener una serie de logros basados en objetivos secundarios más exigentes que los primeros, aunque se hace realmente repetitivo pues es exactamente lo mismo. Sinceramente, se hace excesivamente larga la campaña, la profundidad jugable no da para tanto. El modo un jugador, dónde personalizaremos varios apartados de la partida, como el tipo de mapa, la dificultad de la IA… es infinito por supuesto. Existe un sistema de logros muy sencillo que tampoco nos motiva demasiado a jugar, es simplemente un contador de victorias con cada uno de los 6 líderes, e hitos relacionados con las misiones cumplidas de la historia. Sin duda lo más fresco es su modo Ragnarok, un nuevo modo de juego, introducido una vez lanzado el juego en Steam y que llegó de salida en Switch, que cambia ciertas reglas, tiene mapas y eventos exclusivos y aumenta considerablemente la dificultad del juego
El multijugador por su parte nos ha sido imposible probarlo, quizás los servidores no funcionen bien, o haya poca gente en las partidas, pero no hemos conseguido llenar una sala en ninguna ocasión, además de que la mayoría de las salas que entrábamos eran jugadores controlados por la IA. Tampoco creemos que el multijugador sea dónde haya apostado Northgard. No podemos valorar por tanto el juego en este apartado.
Conclusión
La estrategia se halla en todos los juegos, como decíamos al principio; también en Northgard. Quizás empañada por sus fallos técnicos y, sobre todo, estando perpetrado desde la perspectiva de un jugador aficionado a los grandes juegos de estrategia (que no necesariamente tienen que ser repletos de contenido), no puedo decir que Northgard haya sido una experiencia del todo satisfactoria, pero entiendo que es una experiencia adaptada quizás a quienes empiecen en este género. Sin duda tiene sus buenos puntos, y no deja de ser entretenido. Tiene ese “nosequé” que tiene todo buen juego de estrategia, es difícil no sentirte llamado al reto, eso que te hace inevitable abandonar una partida cuando sientes ese control de la situación, mejoría del imperio, conquista de territorios, y de repente… el invierno, ¡nos ha pillado sin víveres! Espero eso sí que aquellos que sepan perdonar sus fallos disfruten del juego, yo sin embargo me he quedado, a pesar de sus bondades, un tanto helado en la tundra nórdica.
Northgard cuesta 34,99 €, está tanto en formato físico como digital y ocupa unos 700MB de memoria interna.