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Año 2077: The Legend of Zelda: Breath of the Wild

Es el año 2077: el mundo está acabado, la superficie de la Tierra es inhabitable y te han encargado la difícil tarea de escoger un único videojuego para almacenarlo en un pequeño búnker y que generaciones venideras aprendan de él. Hoy lo tenemos claro: elegimos The Legend of Zelda: Breath of the Wild.

The Legend of Zelda: Breath of the Wild, una obra maestra atemporal

Hace ya un tiempo que el género de mundo abierto se puso de moda, y en este periodo de tiempo hemos tenido muchos juegos de este estilo, hay quien diría que hasta demasiados, pero ninguno es tan original ni revolucionario como la última aventura de Link.

Nunca se había visto una reinterpretación tan bestia del mundo abierto. Aquí el jugador no está ligado a unas normas que el juego le obliga a seguir, sino que es este mismo el que le incentiva a crear sus propias. Todo esto es gracias a un muy buen sistema de físicas, que junto a los módulos, y a alguna que otra mecánica; te permiten afrontar todo tipo de situaciones de todas las maneras posibles. El límite no es el cielo, es tu imaginación.

Hyrule, el cenit en cuanto a mundos en videojuegos

De esta manera, la libertad se siente real, no tienes el control del mundo, ni de sus habitantes, tienes la responsabilidad de salvarlos. Una de las críticas que he escuchado más van en relación con la historia, pero por muy raro que parezca, para hablar de ella primeros tenemos que hablar de Hyrule. Este es el mejor mundo abierto que se ha hecho en toda la historia del videojuego, y eso Nintendo lo sabe, presume de ello, pero sobre todo, lo aprovecha. El eje central del juego está en la exploración, el distraerte de tu objetivo principal para ir a investigar esa curiosa planta enorme cerrada o hablar con ese misterioso Orni que está tocando un acordeón. Y no defrauda, todas las veces que he optado por hacer lo que yo quería y no lo que el juego me decía, he descubierto algo interesante, ya fuese una semilla kolog, una misión secundaria, o simplemente un paisaje precioso. Esto rebate la teoría de que un mapa cargado de waypoints diciéndote lo que tienes que hacer y donde tienes que ir es mejor, ya que de esta manera el nivel de satisfacción es mucho menor.

Lo que importa no es el destino, es el viaje

Ahora que sabemos lo increíble que es Hyrule, podemos entender porqué la historia está contada a través de recuerdos y distribuida por el mapa sin ningún orden marcado. La importancia no reside en lo que te cuenten, sino en lo que has tenido que hacer para llegar ahí. En resumidas cuentas, lo que importa no es el destino, es el viaje. La gente que se quejaba no iba a disfrutar el título como es debido, hacía los objetivos principales, derrotaban a Ganon y dejaban el juego, y perdonadme, pero así no es como se juega a The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Su encanto está en perderse en el Desierto Gerudo, subir la Montaña de la Muerte o explorar las hermosas playas de Necluda, mirar el reloj y ver que llevas una infinidad de horas inmerso en Hyrule, y ver que aún te quedan muchas más.

Unos personajes que le dan vida al mundo

Pero, ¿qué es un mundo sin unos personajes, animales y enemigos a la altura? Aunque el mundo sea uno de los más grandes jamás creados, no hay gente por todos lados (excepto en encuentros ocasionales con viajeros), y eso es debido a que el gran cataclismo ha dificultado mucho a la gente el poder desplazarse de ciudad a ciudad. En vez de eso los personajes están concentrado en varios núcleos urbanos repartidos por el mapa. Y es sorprendente lo bien cuidadas que están las ciudades, siempre que intento hacer el ejercicio mental de escoger mi favorita acabo en el mismo punto donde empecé. Esto es debido a que todas tienen algo que las hace especiales, por ejemplo: la aldea Kakariko es el hogar de los Sheikah, una antigua tribu muy avanzada tecnológicamente; o la Ciudadela Gerudo, siendo este el hogar de una tribu guerrera exclusivamente formada por mujeres. Pero volviendo a los NPCs, estos están muy bien diseñados, cada uno con sus frases que son completamente diferentes a las de cualquier otro, con un diseño diferente, no hay dos iguales; y último pero no menos importante, todos, pero absolutamente todos, tienen algo importante que decir, nunca te hacen perder el tiempo.

La libertad pasa por estar en control de las situaciones

Por último, el diseño de los objetivos, tanto principales como secundarios, son excelentes. Siendo más abiertos las secundarias: dejando en tu mano el descubrir donde está ese último ingrediente que te han pedido o el descifrar un enigma para encontrar un santuario. Mientras que en las principales, sin llegar a cogerte de la mano, si que te dan un poco más de indicaciones, para la gente que solo busque la aventura base no se le haga demasiado pesado.

Lo que el tiempo no se llevó

En conclusión, si alguien en 2077 encuentra en un pequeño búnker una copia de The Legend of Zelda: Breath of the Wild junto a una Nintendo Switch, que sepa que es la persona más afortunada del mundo, pero que también sepa recoger todo lo bueno de esta obra maestra y mejorarlo.

Aunque pueda parecer extraño, para acabar quiero ir al principio del juego, donde nos despertamos de un sueño de 100 años, recuperándonos de heridas de un tiempo pasado, oscuro, un tiempo donde no existía The Legend of Zelda: Breath of the Wild.