[Análisis] Pikuniku

Análisis Análisis Switch Nintendo Switch

[Análisis] Pikuniku

Siguiendo con su dinámica de publicar joyas del mercado indie en la híbrida, en esta ocasión Devolver Digital nos ofrece un juego que no se aleja de su línea editorial de títulos que portan un gran carisma. En concreto, hoy os hablaremos de Pikuniku, desarrollado por Sectordub, un estudio colaborativo de tan solo cuatro personas, lo que no ha impedido que hayan conseguido labrar un título más que digno en su conjunto.

¡Cuidado! ¡Es un monstruo!

No os dejéis engañar por su apariencia; Pikuniku cuenta con una historia ambientada en un mundo distópico que toca temas sociopolíticos de lo más diversos. De hecho, si tuviera que compararlo con alguna otra obra que siguiese una disonancia similar entre su temática y su estética, podría nombrar a series animadas como Hora de Aventura; estamos ante un juego que esconde más de lo que aparenta.

Para ponernos en situación, en el juego encarnaremos a un ente vagamente conocido como “la Bestia”, que un día despierta y sale de su cueva para encontrarse con un mundo en el que una misteriosa compañía “regala” dinero a cambio de que los aldeanos de los pueblos con los que tiene acuerdos dejen que unos robots gigantes les quiten sus recursos naturales (en otras palabras, al pueblo del campo les quitan el maíz, al del bosque los árboles…); y es que todo el mundo parece estar encantado al principio, pero… Cuando solo queda el dinero y nada más, ¿qué valor tiene este?

Nuestro objetivo en el título será llegar hasta el fondo de los verdaderos propósitos de la misteriosa empresa mientras que hacemos actividades de lo más diversas para ayudar a los aldeanos de los diferentes pueblos en sus vidas diarias. Además de eso, nos encontraremos con personajes de lo más variopintos como fantasmas, pájaros gigantes o arañas, con los que podremos hablar eligiendo diversas opciones de diálogo, cada cual más tronchante que la anterior.

¿Te gusta mi nuevo sombrero?

Pikuniku es un juego que no pretende ser complejo en ningún momento, y esto se traduce a sus controles, ya que nuestro personaje solo podrá moverse, convertirse en una pelota (escondiendo sus piernas para rodar) y patear cosas. Solo con estas tres acciones podremos dar pie a multitud de situaciones de lo más diversas por las que nos llevará el título, que irán desde originales partidos de baloncesto a batallas de baile o plataformeo puro y duro con puzzles incluidos.

Otro punto a destacar son los coleccionables, los cuales se dividen principalmente en trofeos que podremos ver en la galería del juego, en objetos que nos servirán para acceder a zonas anteriormente bloqueadas y, como elemento más interesante, los sombreros, que nos permitirán ejecutar acciones con ciertos elementos del juego (por ejemplo, el sombrero lápiz nos permitirá pintar cuando el juego nos lo indique, el sombrero regadera nos permitirá generar flores, y así un sinfín más de posibilidades).

Por último, es importante también mencionar la existencia del modo cooperativo en el título, que si bien no es aplicable a la campaña principal (que está pensada para un único jugador), está presente en un conjunto de niveles desbloqueados desde el principio que están específicamente diseñados para ser jugados en compañía de un amigo y que, aunque quizá se tornen algo escasos, asegurarán las risas en compañía.

Allí donde reina lo bizarro

Como tal vez hayáis podido notar, el aspecto visual de Pikuniku no podría ser más simple, recordándonos a títulos anteriores como el famoso Freakyforms; no obstante, esto se trata de algo positivo, ya que gracias a ello el humor absurdo del juego fluye con una mayor naturalidad y los gags humorísticos gozan de un mayor efecto. En otras palabras, el diseño que tienen tanto los personajes como la simpleza de los escenarios favorecen al excelente sentido del humor del título de una forma que hace resaltar lo bizarro que resulta que (una bola roja) hables de la vida con fantasmas, pájaros y aldeanos con formas extravagantes.

Hablando de la banda sonora, esta ha sido compuesta por Calum Bowen, a quien quizás algunos conozcáis por ser también el encargado de la música de Snipperclips, otro título que salió junto con la consola y que obtuvo varios reconocimientos. El sello personal de este compositor sigue intacto; nos encontramos con una música alegre, divertida y que transmite un sentimiento de extrañeza que casa perfectamente con el título. No obstante, bien es cierto que también podrá sentirse algo repetitiva (si pasamos mucho tiempo en una zona puede incluso tornarse estridente, algo que da la sensación de que está hecho también a propósito) y no resultará demasiado memorable, algo que sin embargo no impide que cumpla con su cometido de acompañar de buena forma a la experiencia de jugar al juego, por lo que no se la puede reprochar en demasía.

Conclusión

Si lo que quieres buscar en Pikuniku es un reto o una experiencia a largo plazo, este título no es para ti. No obstante, el título del que os hemos hablado es una experiencia que merece ser vivida por todo fan de las experiencias bizarras de calidad y el humor absurdo. Así que, si entras dentro de ese esquema, la mejor recomendación que puedo darte es que no te dejes guiar por la portada y abras el libro que es este juego; porque si te dejas llevar por lo que te propone, probablemente lo disfrutarás a más no poder. Asi que, ¿te apuntas al viaje?

Pikuniku ya se encuentra disponible en formato digital en la eShop de Nintendo Switch, a un precio de 12,99€ y ocupando unos aceptables 470,81 MB. El título, con una duración de 3 a 5 horas, viene completamente traducido a la mayoría de idiomas, entre los que se incluye una excelente localización al castellano.

8.0

[Análisis] Pikuniku

Puntuación Nintenderos: Muy recomendado

  • Historia:
  • Jugabilidad:
  • Gráficos:
  • Sonido:
  • Duración:
  • Multijugador:
Destaca en:
  • Un guion con unos diálogos tronchantes.
  • Multitud de cosas que hacer.
  • Gran cantidad de coleccionables.
Flojea en:
  • Una duración bastante escasa.
  • El modo cooperativo, algo limitado.
  • La música, aunque de calidad, se torna algo repetitiva.