[Análisis] Limbo
Nintendo Switch no podía quedarse sin una de las obras emblemáticas de Playdead como es Limbo, título que ha marcado la diferencia dentro de las plataformas en 2D y que ha sabido transmitir el concepto del arte dentro de un videojuego. Puede que os parezca a priori una afirmación demasiado contundente, pero si me acompañáis en este viaje, comprenderéis por qué lo digo.
Tabla de contenidos:
El limbo
El concepto de “limbo” nace de la teología católica como un lugar al que van a parar las almas de aquellos que en vida no han cometido más pecado que el original o bien han sido niños que no han recibido el bautismo antes de morir. Es interesante conocer el origen del concepto, ya que la razón de que el título del juego sea precisamente Limbo, no es nada aleatorio.
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Empezamos de manera muy directa, entre hierbas, con el cuerpo de nuestro personaje desvanecido. Poco a poco abrirá sus ojos cual dos luceros entre paisajes de tonos grises, negros y blancos para hacernos entender qué somos: un inocente niño que ha caído en un espacio donde la vida y la muerte, donde el infierno y el cielo, donde la luz y la oscuridad, marcan los límites.
No hay nada más que nos ofrezca pistas a la hora de comenzar, no hay diálogos, guiones ni cinemáticas de introducción. Somos simplemente nosotros junto a un crío, en medio de un espacio que parece dibujado por una mente atormentada. Poco a poco iremos viendo que hay alguien más por quien necesitamos avanzar: una niña que, al igual que nosotros, está atrapada en este mismo espacio.
Limbo es incertidumbre, su historia lo es, y eso me recuerda a algo…
El Guernica de los videojuegos
¿Habéis podido contemplar alguna vez un cuadro como el Guernica de Picasso? Una obra donde parece residir el dolor y el miedo a partes iguales, donde cada parte del cuadro parece contar una historia por sí sola y cada una de esas historias será contada de una manera diferente según cada persona. Lo curioso es que unido a todo esto, está esa sensación de belleza que engloba su aspecto, como un foco al que no puedes dejar de mirar. Y eso es Limbo.
Podemos superar sus niveles cargados de plataformas y enrevesados puzles, podemos disfrutarlo una o varias veces llegando a su final, y todos podemos tener una interpretación totalmente diferente de quién es el niño, de por qué está ahí, de qué son cada uno de los elementos que nos vamos encontrando y de si la niña es realmente su hermana.
¿Ante qué luchamos? ¿De qué huimos? En una serie de niveles nos encontraremos con arañas gigantes, trampas mortales, mobiliario industrial, cuerdas, otras personas que no quieren que sigamos avanzando, pero… ¿por qué? Os mentiría si digo que sé la respuesta, pero es igual, me encanta que así sea.
Limbo es una obra de arte por diferentes motivos. Uno de ellos reside en sus puzles, que nos harán quebrarnos la cabeza hasta resolverlos y, a su vez, nos producirán una tremenda satisfacción al superarlos. El control es sencillo, apenas usaremos dos botones para saltar y poder agarrar objetos, pero no hace falta nada más. Esa es su gracia.
Aunque sin dudar, para mí el motivo principal por el que Limbo es arte es que nos saca de esa fiebre y obsesión estúpida de medir cada segundo framerates y resoluciones, para envolvernos en su atmósfera y hacernos sentir que, si pudiéramos entrar dentro de una obra artística, el juego es lo más parecido a ello. Por tanto, en una obra así no deberíamos hablar de potencia gráfica sino de inspiración….
Un boceto de vida y muerte
Al abrir Limbo por primera vez en mi consola tuve la sensación de quedarme solo en el mundo: sus tonos que juegan con la paleta de grises te transportan y te hacen ver la belleza que puede brotar de un juego. Hay detalles como el baile de la hierba con el viento, la lluvia o los propios elementos del escenario, que nos hacen comprender que están vivos aún sin saber si realmente nosotros seguimos con vida. Su manera de jugar con la iluminación, las texturas diferenciadas e incluso ese efecto de “suciedad” que el propio juego propone intencionadamente, brillan de manera notable. Ni que decir tiene que, es una delicia ver cómo se mueve tanto en modo sobremesa como en modo portátil.
En el sonido debemos hacer otra mención aparte. Martin Stig Andersen debió alguna vez soñar con ese limbo en el que cree la teología católica, despertarse y plasmar en partituras lo que escuchó. No siempre tendremos melodías, ya que el juego nos deja el espacio suficiente para escuchar aquello que nos rodea, ya sea el viento, la lluvia o las patas de una araña gigante que acelera sus pasos para eliminarnos. La música llega en los momentos justos y, desde mi punto de vista, parece una comparación a lo que el propio juego nos quiere expresar: hay momentos de vida, donde escucharás la música, y momentos inertes donde no escucharás nada.
Por otro lado, los movimientos del chico están bien conseguidos, aunque quizá alguna que otra animación, como por ejemplo, al subir a una cuerda o una escalera y tratar de saltar al otro lado, podrían haberse pulido algo más.
Una breve estancia
Puede que las almas que quedan atrapadas en el limbo residan en él eternamente. Y lo cierto es que llegaremos a desear que el título nos mantenga pegados a él durante mucho tiempo, pero la experiencia es corta.
Superar todos los niveles nos lleva en torno a unas cuatro horas, dependiendo de cada jugador y de lo que se le atraganten algunos puzles, puede variar hora arriba u hora abajo. En estas horas se incluye ese nivel extra al que podremos acceder cuando hayamos terminado el juego por primera vez, siempre que hayamos encontrado los diez huevos repartidos por los distintos niveles. A este capítulo extra se accede desde el nivel 26 dejando atrás el círculo de velas encendidas, tras haber obtenido los diez huevos antes nombrados.
Y el juego se centra únicamente en su historia, en la superación de estos niveles. No hay más extras ni ningún otro modo, pero dudo que realmente le hagan falta añadidos. Eso sí, lo que haría falta es que el juego fuera el doble de largo, el triple… porque al brindar la experiencia que brinda, sabe a poco.
Y ojalá…
Ojalá pudieran mis sensaciones hablaros de esa primera vez que se encontraron con Limbo. Ojalá fueran los poros de mi piel agitados al escuchar las composiciones de Andersen los que escribieran este análisis en lugar de hacerlo yo. Y ojalá aquellos que aún no hayáis dado una oportunidad a este título lo hagáis pronto, os dejéis llevar por lo que propone y viajéis donde el videojuego os quiere llevar, ya que, al fin y al cabo, eso es lo que muchos esperamos de ellos.
Conclusiones
Limbo es una obra artística hecha videojuego, que nos hace viajar entre el cielo y el infierno gracias a su peculiar estilo audiovisual y unos puzles ingeniosos y desafiantes. Realmente es una pena que se haga tan corto, pues la experiencia deja un gran sabor de boca que nos deja pidiendo más horas de juego. Un título que, pasen los años que pasen, quedará en la memoria de muchos jugadores como uno de esos juegos con los que defender que los videojuegos son arte. Limbo ya está disponible en la eShop de Nintendo Switch al precio de 9,99 € y necesitaréis 116 MB de memoria en vuestra consola.