Satoru Iwata, ¿por qué fue tan querido?
Consternación y gran pesar ha generado en el mundo el reciente fallecimiento del ahora ex-presidente de Nintendo, Satoru Iwata, el pasado 11 de julio. Un hombre, cuya vocación y visión llevó a la Gran N a lo más alto, cuya ideología se plasmó en la innovación en sus consolas -DS, Wii, 3DS y Wii U-, hoy su temprana pérdida sumerge en la tristeza a todos los fans de Nintendo. Reflejo de ello son la cantidad de imágenes y videoblogs creados en tributo a él, y que rápidamente se han viralizado. Incluso desde la cuenta oficial de Twitter de PlayStation tuvieron palabras para este acontecimiento.
Thank you for everything, Mr. Iwata.
— PlayStation (@PlayStation) julio 13, 2015
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Considerando todo lo anterior, cabe preguntarse: ¿por qué la muerte de Satoru Iwata ha causado tanto revuelo en todo el mundo? Guardando respeto por la comparación, ni la muerte de Hiroshi Yamauchi (anterior presidente de la compañía) había generado tanta conmoción. Entonces, ¿qué hizo Iwata-san en su vida que lo hizo tan querido por toda la comunidad de jugadores? ¿Qué lo hizo ser tan respetado, tanto por los fans como por los rivales?
Satoru Iwata comenzó su carrera en el mundo de los videojuegos en HAL Laboratory. La second-party vio nacer a este prodigio de la programación. Fue uno de los principales responsables de títulos como Balloon Fight y EarthBound, y estuvo muy involucrado en la creación de Kirby, uno de los personajes más emblemáticos de Nintendo. Fue cuestión de tiempo que obtuviese un cargo directivo en el propio gigante de los videojuegos, concretamente en la División Corporativa de Planificación, donde estuvo involucrado en varios proyectos para GameCube.
Pero no fue hasta 2002 cuando el propio Hiroshi Yamauchi lo llamó a su despacho y le comunicó que él sería el próximo presidente de Nintendo. Yamauchi había encontrado a alguien que entendía perfectamente la filosofía de la compañía. Sin embargo, un par de anécdotas en la vida del Sr. Iwata dejan en claro, no solo su calidad como programador, sino también su calidad como persona, y que ayudan a responder las interrogantes planteadas al principio de este artículo.
Por allá a finales del año 1999, Pokémon Oro/Plata eran lanzados al mercado. Como bien sabrás, estos juegos son conocidos por abarcar dos regiones en su historia: Johto y Kanto. Pero, ¿sabías que originalmente los desarrolladores se habían quedado cortos de memoria al crear solo la región de Johto? Mas el talentoso y joven Iwata tenía algo que decir (y hacer). Se encargó de comprimir el juego y liberar espacio. Pero tal fue la cantidad de memoria que dejó libre que hizo posible meter otra región completa en el juego: Kanto.
Años más tarde, durante el desarrollo de Pokémon Stadium, los desarrolladores se vieron en el desafío de crear un sistema de batalla multijugador. Ni corto ni perezoso, Iwata leyó el código de Pokémon Rojo/Verde y, escribiéndolo desde cero y sin documentación alguna, creó el que sería utilizado en el juego de Nintendo 64. Si esto de por sí ya es asombroso, alucina saber que todo esto solo lo hizo en una semana.
Poco antes de asumir su rol como presidente de la compañía, demostró su última proeza como programador durante el desarrollo de Super Smash Bros. Melee. El juego parecía no llegar a tiempo a su lanzamiento previsto, ya que contaba con un sinfín de errores. Iwata entonces, ya siendo el director de la división planificadora, se encargó personalmente de leer el código y corregir cuanto error pudo. No era su trabajo ni tenía por qué hacerlo. El resto es historia…
Cuando las malas ventas de la Nintendo Wii U azotaban duro a la compañía en 2013, el noble Iwata-san no halló nada mejor que recortar su sueldo a la mitad y el de sus altos ejecutivos en un 30% a modo de disculpa. Sin duda alguna, un ejemplo a seguir por muchos.
Podría seguir extendiéndome con su vida, pero con lo poco que he comentado sobre el Sr. Iwata, queda más que claro por qué su muerte ha generado tal impacto en todo el mundo. Un programador talentoso, un líder extraordinario, un genio revolucionario.
Hasta siempre, maestro.