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[Artículo] Videojuegos: juicios y prejuicios

[Artículo] Videojuegos: juicios y prejuicios

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Los videojuegos siempre han estado rodeados de juicios y prejuicios. Si lo pensamos fríamente, no es de extrañar. Estamos ante una industria relativamente nueva, ajena a muchas de las generaciones de personas que a día de hoy habita la Tierra, y el ser humano, como animal de costumbres que es, es reacio a aceptar fácilmente cambios que modifiquen su zona de confort. No obstante, este modo de ocio se ha ido abriendo paulatinamente con los años. Ya no es un entretenimiento únicamente utilizado por frkis y bichos raros, sino que disfruta de él una gran parte de la población mundial —y mucha culpa de ello la tienen Nintendo e Iwata con Wii y Nintendo DS—.

Hace unos días encontré un artículo en el que se hablaba de arte. Al leer los comentarios de la gente me sorprendió el número que decía que un videojuego no es arte. Independientemente de que los consideremos así o no —yo personalmente sí lo hago—, es extraño que en el año 2015 muchas personas los infravaloren respecto de otras formas de ocio, como el cine o la lectura. Además, el hecho de que la mayoría de los comentarios provenga de gente joven me preocupa. ¿No somos la generación de la tolerancia? ¿La que hemos abierto nuestra mente y hemos provocado todos los cambios que está experimentando la sociedad? Me pregunto cuantas de estas personas que dejaban su opinión en la entrada habrán tenido alguna vez una mando entre las manos.

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Aquello que hace realmente especial a los videojuegos es su componente activo. Mientras que cuando ves una película simplemente disfrutas de ella —elemento pasivo—, cuando juegas delante de un televisor tú eres parte de la acción que se desarrolla. Algo totalmente distinto y que explica la razón de su éxito.

Las madres y los padres siempre han sido muy escépticos a la hora de dejar jugar a sus retoños. A mí me controlaban las horas que podía pasar delante de mi Game Boy, mientras que no tenía ningún tipo de restricción en ver la televisión o leer un libro. No estoy diciendo que las figuras paternas deban desentenderse del criado de sus hijos y dejarles hacer lo que quieran, sino que en vez de endemoniar una plataforma deberían preocuparse por entenderla y controlar a qué es lo que juegan —¿cuántas veces habré podido ver a un padre comprar a su hijo de seis o siete años la última entrega de la saga Grand Theft Auto?—.

Si echo la vista atrás puedo recordar muchas de las frases que mis padres me decían cuando me veían jugando: «Te vas a quedar ciego»; «La cabeza se te va a poner cuadrada de tanto jugar»; «¿Otra vez jugando con maquinitas?»; «¿De verdad te divierta apretar botones?»… y muchas más.

Uno de los principales motivos por los que me resulta sorprendente los prejuicios que se vierten sobre los videojuegos es el tamaño de su industria. Es la séptima que más ingresos genera del mundo y, concretamente, la primera en el ámbito cultural. Con los videojuegos tan extendidos por el mundo, con tanta gente jugando en sus teléfonos… ¿cómo puede seguir sucediendo esto?

No tengo ninguna duda de que la concepción sobre el mundo de los videojuegos cambiará. La próxima generación de padres y madres somos nosotros, aquellos que nos hemos criado con una consola en las manos y que hemos podido disfrutar de todas sus virtudes. Los videojuegos son arte, y como tal dejarán de ser denostados. En algunos años se estudiará «Historia de los videojuegos» en los institutos, como ya se hace con la literatura.

¿Tus padres limitaban tus horas de juego? ¿Cuáles eran las frases más divertidas que te decían cuando te veían jugando? O por el contrario, ¿son tus padres jugones? ¿Cuál es el videojuego que más te ha gustado disfrutar con un familiar? ¿Fueron de esos que se compraron una Wii o una Nintendo DS para jugar dos días y dejarla acumulando polvo debajo del televisor? ¿O jugaban al Just Dance mientras se terminaba de cocinar la cena de Nochebuena? Déjanos tu opinión en los comentarios. En Nintenderos tenemos mucha curiosidad por cómo es el ambiente videojueguil en vuestros hogares.