Artículos Game Boy Series

[Artículo] Mi primera vez

[Artículo] Mi primera vez

¿Os acordáis como fue vuestra primera vez con un videojuego? Yo tengo en mi cabeza la imagen muy clara. Pero no solo de ese día. También recuerdo perfectamente la primera vez que vi a alguien con una consola en sus manos.

Toda esta historia ocurrió hace muchos años. Yo debería rondar los cuatro o cinco años de edad. Después de un agotador (si, agotador con cinco años) día de clase abandonamos el colegio rápidamente. Ese día mi madre no podía ir a recogerme así que me tuve que ir a casa de ese niño de rizos que se sentaba cerca de mí en el aula y que vivía a pocas casas de la mía.

Otros contenidos en esta categoría:

Llegamos a su casa, y como era costumbre allí, lo primero que había que hacer eran los deberes del día. El cuaderno de operaciones pasaba delante de nuestros ojos sin mucho interés. Solo queríamos acabar de estudiar para ponernos a hacer un poco el tonto.

No me acuerdo porqué, pero cuando acabamos tuvimos que salir. Su madre tenía que hacer un recado y no podía dejarnos solos en casa. Pasamos el resto de la tarde de un lado para otro sin parar. Supermercado, papelería… apasionante, ¿verdad?

Al final, ya caída la noche volvimos a casa. Yo era un chico que esto de las maquinitas le había llamado desde muy muy pequeño. No sabía de la existencia de consolas pero sí que empezaba a toquetear el mundo de los ordenadores. He tenido uno en mi casa desde que tengo uso de memoria.

Dio la casualidad de que esa tarde una de las cosas que compró la madre fue un ordenador. La pobre no tenía ni idea de cómo configurarlo, así que me acerqué y me puse a ayudarla.

Como veíamos que la cosa iba para largo, tuvimos que llamar a mi casa. «¿Mamá de Carmelo? Escucha, Carmelo se va a quedar a cenar, que estamos aquí configurando un cacharro».

Así fue como me quedé a cenar. Macarrones y huevos fritos. Tras esa noche me quedé muchas más a comer o a cenar y en esa casa siempre se comía lo mismo… aunque un día creo que comimos guisantes.

Después de cenar ya éramos libres. Mi madre iba a tardar un poco en recogerme así que me subí a la habitación de mi colega. Y allí sucedió la magia.

Abrió un cajón y sacó un aparato amarillo. Me dijo que era una Game Boy y que servía para jugar a juegos. Era como jugar en un ordenador pero te lo podías llevar a todas partes (en esa época lo de los ordenadores portátiles aún no se llevaba).

Encendió la consola, el clásico sonido de la misma ya encandiló mis oídos. Pokémon Rojo rezaba la pantalla. Hasta ese momento yo nunca había oído hablar de nada que se llamase «Pokémon». Se puso a jugar y yo no lo acababa de comprender. La ilusión duró poco. ¿Eso era divertido? Iba por ahí y aparecían monstruos a los que tenías que matar utilizando ataques.

Me aburría mucho. Mirarle sin saber que hacía no tenía nada de divertido. Hasta que me dejó jugar. El juego ya estaba acabado. No me acuerdo de su equipo, solo que tenía a Charizard y a Mewtwo. Probé, usé la bici, combate… y me enamoré.

Todo esto ocurrió en noviembre. Desde entonces, yo me puse muy pesado con que quería una consola. Quería jugar a Pokémon, y durante una gran época de mi vida fue mi videojuego favorito sin ninguna duda.

Mi objetivo, por el que me ponía tan pesado en casa, era que quería que Papá Noel (Santa Claus si sois americanos) me trajese una Game Boy con el Pokémon Rojo a mi casa.

Sin embargo no fue Papá Noel el que me la trajo. Fue mi abuelo. Mi abuelo vive a más de 500 Km. De distancia y le veía pocas veces en esa época. Se ve que mis padres le dijeron lo pesado que estuve. Creo que uno de los días más especiales de mi vida fue cuando entró por la puerta con el regalo, una Game Boy Color amarilla con el juego Pokémon Amarillo, pero no por la videoconsola, sino porque me lo regaló él.

Gracias abuelo por meterme en este maravilloso mundo.

Espero que hayáis disfrutado leyendo la entrada tanto como yo escribiéndola.

Un saludo